A través de relaciones, eventos comunitarios y diversas actividades, como la narración de historias, el conocimiento valioso sobre la historia, la cultura y las costumbres se transfieren entre las generaciones más jóvenes y las generaciones mayores. Además, facilitan la transferencia de habilidades para la vida, tales como: empatía, paciencia, resiliencia, compasión, confianza, autocontrol, etiqueta, comportamiento y modales. También aprenden habilidades como la comunicación y cómo pueden retribuir a sus comunidades, así como ganar relaciones significativas.
Esta experiencia a menudo no se enseña como parte de un plan de estudios formal, pero se puede enseñar a través de más interacciones entre las generaciones más jóvenes y mayores. No se trata solo de la generación más joven que aprende de la generación mayor, sino de la generación mayor que aprende paciencia, tecnología, resiliencia, etc. de los jóvenes. Las generaciones mayores hoy en día son más educadas que las generaciones anteriores, pero a menudo tienden a carecer de compañía y vínculos familiares. Las generaciones mayores pueden convertirse en modelos a seguir para los jóvenes y transmitirles tradiciones y legados. El aprendizaje intergeneracional se ofrece en una amplia gama de contextos como preescolares, servicios extraescolares, centros de día para ancianos, hogares de ancianos y centros comunitarios.
A menudo se argumenta que cambios como las transiciones demográficas, la reestructuración económica, el cambio de normas sociales y la mejora de la innovación tecnológica han llevado a la segregación entre generaciones. Por lo tanto, la interacción entre generaciones no es la misma que solía ser. Por lo tanto, los responsables políticos europeos buscan cada vez más la programación intergeneracional como una forma de reducir la brecha generacional y construir comunidades más cohesionadas. En este contexto, se presta más atención a la práctica intergeneracional (PI) como mecanismo para fortalecer la proximidad generacional, mejorar la comprensión y la comunicación, y fomentar el compromiso con la reciprocidad y la solidaridad (Buffel et al., 2014).
Para el éxito de los programas intergeneracionales que contribuyen al desarrollo de la comunidad y a las sociedades cohesionadas, las relaciones intergeneracionales deben reconocerse ampliamente tanto en los sistemas formales como informales. Esto permitiría a las generaciones participar de manera colaborativa para proporcionar beneficios mutuos. En este sentido, las relaciones intergeneracionales pueden identificarse como una de las redes que pueden unir comunidades.
La utilización de la PI en las políticas sociales necesita que definamos claramente qué es la PI. Puede haber varias formas en que se puede definir, sin embargo, los investigadores han destacado tres características comunes en IP: I) participación de personas de diferentes generaciones, ii) actividades que aportan beneficios mutuos para todos los grupos, y iii) participantes que mantienen relaciones basadas en compartir. Teniendo en cuenta estas características, las PI pueden incluso planificarse de manera que se aborden cuestiones sociales específicas. Por ejemplo, las prácticas de aprendizaje intergeneracional pueden utilizarse para mejorar los resultados educativos de los jóvenes; las iniciativas de atención y apoyo pueden diseñarse para apoyar a las personas mayores con necesidades específicas de salud física o mental; y los programas basados en la comunidad pueden abordar cuestiones como la regeneración del vecindario o la exclusión social.